miércoles, 4 de mayo de 2011

El primer recreo de quinto grado


Hoy no es cualquier día, bah… sí, en realidad lo sería para cualquiera de ustedes, no para mí, hoy es el primer día de clases, hoy es mi primer día como alumno de quinto grado, que no es cualquier grado, hoy, en este primer día, voy a pasar definitivamente al otro lado, no sé si se me entiende, hoy voy a estar del lado de los “grandes”, no de los grandes grandes, como mi papá o como las seños, no, de los chicos pero grandes, cualquiera podría decir que eso ya empezó el año pasado cuando estábamos a más de la mitad de la primaria, pero no es tan así, en cuarto uno recién se va adaptando a este universo de no ser de los chiquitos o, como dice la seño directora, los pequeñitos, como si la palabra pequeño necesitara un diminutivo ¿acaso esta mujer no sabe que uno pelea contra eso desde que aprende a caminar? ¿No tendrá hijos que le dijeron no soy chiquito?, calculo que es algo de mujeres, mi mamá también siempre está con eso de “mi bebé” y cosas por el estilo, pero por suerte también están los papás, que si bien siempre nos besuquean y a pesar de ya tener diez años, insisten en darnos la mano para cruzar la calle, por lo menos no nos dicen bebé.
En fin, pareciera que uno espera toda la vida para este momento, el de ser grande, pero para mí tampoco ese es el motivo de esta ansiedad. Debo confesar que casi no he dormido esperando que termine la noche, que dicho sea de paso es más larga de lo que uno supone cuando duerme, de todas formas cuando escuché que mi papá se levantó y se preparó el mate, me tapé hasta la cabeza haciéndome el dormido. No quería que él se diera cuenta de mi ansiedad, porque de seguro sabría que no es por ir otra vez a la escuela que, si bien nunca la pasé mal, prefiero salir a andar en skate o jugar al futbol, aunque en esto último no soy muy bueno, incluso diría que soy mejor estudiante que futbolista.
Lo escuchaba deambular, ir de aquí para allá, yo pensaba que se estaba tardando demasiado y me aterraba la idea de llegar tarde. Insisto, el tiempo pasa mucho más lento en los momentos que uno debería dormir y no lo hace, creo que por eso dormimos, para no aburrirnos, imaginen la cantidad de goles que haríamos en una noche entera, la cantidad de “trucos” en el skate, la cantidad de historias de terror que nos contaríamos, y al final aburridos, hartos de la pelota, los skates y las historias, en pocas palabras, un embole.
Escuché sus pasos acercándose a mi puerta, cerré los ojos con fuerza para no tentarme a espiarlo y me dispuse a esperar un “corazón… ya es hora de levantarse…” que no tardó en llegar, yo no podía distraerme en mi actuación así que cumplí con todos los rituales que exigen el momento como darme vuelta para el otro lado, taparme la cabeza con la almohada y volver a esperar un “vamos…que se hace tarde”.
Me levanté con los pies pesados, como siempre, bah… como siempre en época de clases, durante el verano me levantaba prácticamente corriendo para salir a jugar con los chicos del barrio, pero esta vez, él no podía sospechar nada. También olvidé cepillarme los dientes, como siempre a la espera de un “cepíllate los dientes…” mientras me prepara una leche con chocolate que seguramente no voy a tomar como de costumbre, él lo sabe y yo lo sé, pero es algo que hay que cumplir. Dicho y hecho, todo como lo he planeado hace ya 3 años.
3 años, cómo pasa el tiempo, creo que ha pasado más lento la noche que estos tres años. Parece que fue ayer cuando la vi entrando al grado conmigo, a mí mismo grado, el año anterior ella había ido al jardín con la seño Cristina y yo con la Seño Roxana, así que mucha bola no nos dimos, pero en primero ya éramos compañeros y eso, aunque no lo quieran creer, cambia mucho las cosas, uno la empieza a ver de otra manera, ya no era la nena linda del otro jardín y pasó a convertirse en “mi compañera”.
Lo admito, me enamoré en ese momento y creo que todos se dieron cuenta, incluso ella y lo que es peor, la seño, por eso fue que dijo “no quiero novios aquí…son muy chiquitos todavía…” otra vez la mujeres y su obsesión.
No tuve más remedio que vivir un año junto a ella sin poder decir nada, pero las cosas cambiarían, todo cambia, tarde o temprano las cosas cambian, el año que viene, pensé ya no voy a ser chiquito ni ella chiquita y me va a escuchar. Qué equivocado que estuve, el primer día del segundo me enteré de la verdad, la triste verdad, uno va a ser chiquito hasta los diez años, mierda, dije para adentro, porque otra cosa que no podemos hacer los chicos, chiquitos o pequeñitos, elijan la palabra que les parezca mejor a fin de cuenta es lo mismo, es decir malas palabras. Diez años y yo recién acababa de cumplir siete. Empecé a hacer cálculos, para algo me iba a servir ser bueno en matemáticas, “tengo siete y estoy en segundo, ocho en tercero, nueve en cuarto y por fin diez, en quinto”, en ese momento decidí que tenía que esperar hasta el quinto grado, hasta el primer recreo de quinto grado. Hasta hoy y en dos minutos tocan el timbre.

El mendigo

No hay comentarios: